12 junio 2007

LAFORET, el ser y la nada, bibliografía cine y literatura


MESA REDONDA “CARMEN LAFORET: EL SER Y LA NADA”
FORO COMPLUTENSE
BIBLIOTECA HISTÓRICA MARQUÉS DE VALDECILLA
Jueves, 24 de febrero de 2005
Benjamín Prado (escritor):
Buenas tardes a todos. Me han pedido a mí que haga un poco de “chico
de en medio” en la mesa, que dé un primer vistazo a la figura de Carmen
Laforet y que presente a mis compañeros de mesa.
Estamos a cuatro días de que se cumpla el primer aniversario de la
muerte, de la desaparición, de quien yo creo que es una de las escritoras más
importantes de la literatura española contemporánea: Carmen Laforet. Lo creo
yo, y lo cree cualquier persona que tenga un conocimiento medianamente
detenido de la narrativa española. Lo más curioso del caso es que no sólo lo
creemos ahora, después de tantos años desde que publicase en el año 1945 la
novela Nada, que fue el debut literario de Carmen Laforet. Sino que ya en ese
momento, en el mismo momento en que apareció la primera novela de aquella
joven desconocida que sería presentada por indicación de su futuro marido,
Manuel Cerezales, tristemente fallecido también, al Premio Nadal. En cuanto se
publicó esa novela en el año 1945 todo el mundo se vio asombrado. Cuando
digo todo el mundo puedo citar una serie de nombres sonoros que nada más
publicarse Nada expresaron por escrito su admiración por la escritora. Por
ejemplo, Miguel Delibes, que siempre la consideró junto con La familia de
Pascual Duarte la mejor novela de la literatura moderna española. Por ejemplo,
al otro lado del Atlántico, exiliados muy eminentes como Juan Ramón Jiménez,
que envió un artículo a la revista Ínsula hablando de esa novela que se titulaba
como uno de sus poemas y que se abría con unos versos del poema “Nada”,
de Juan Ramón Jiménez. Como Francisco Ayala, que escribió también en una
revista que aparecía en el exilio palabras muy laudatorias sobre la novela.
Como otros exiliados eminentes, como Ramón J. Sender, con el que luego
mantuvo una correspondencia estupenda, publicada por la editorial Destino.
Una unanimidad extraordinaria desde el primer momento, en darse cuenta de
que aquello era más que el debut de otra escritora, de otro escritor, más que
una nueva aparición. Aquello era el nacimiento de un nombre esencial en la
literatura española.
Como supongo que mis compañeros hablarán más en concreto de la
autora, a mí me gustaría hablar un poco de la época en la que sale Nada. Ella
escribe Nada en el año 1944, recién venida a Madrid. Escribe en las salas del
Ateneo, por lo tanto, lo escribe en un lugar y en un año donde estamos en el
principio de la terrible posguerra española. En el año 1944, por ejemplo, en el
Ateneo, donde ella escribe Nada, hay una lucha tremenda, como la había en
todo el país. Pero dentro del Ateneo en ese momento en especial, entre la
gente de la Asociación Nacional de Católicos y la Falange, había una guerra
muy fuerte, como sabéis, al principio de la posguerra dentro del franquismo
para hacerse con el control de instituciones básicas como, por ejemplo, era el
Ateneo. Mientras Carmen está escribiendo su libro, yo no sé si sabiendo algo
de lo que ocurría a su alrededor, ahí se está librando una batalla muy sórdida,
que finalmente va a ganar la Asociación Católica.
En el año 1944, el personaje que representa Carmen Laforet y que
representa la protagonista de Nada, es un personaje que va un poco con el
paso cambiado. Tened en cuenta que gran parte de las libertades que habían
conquistado para las mujeres políticas republicanas como Clara Campoamor,
Victoria Kent, o Margarita Nelken, o escritoras como María Zambrano, o María
Teresa León, habían sido inmediatamente derogadas. Estamos hablando de
Federica Montseny cuando era ministra de Sanidad, estamos hablando de que
se había otorgado el derecho de las mujeres al divorcio, al aborto y a votar, por
ejemplo. Y, sin embargo, cuando llega el franquismo todos estos derechos,
muchos de ellos, se derogan y otros se intentan evitar. Yo quisiera recordar
que estamos en un momento en el que empieza a avanzar, y con fuerza, la
divertida, vista desde ahora pero supongo que bastante dura en su momento,
Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, la hermana del llamado “Gran
Ausente” en ese momento. Estamos hablando de que incluso el Estado
recomienda y alienta a las mujeres a irse a sus casas a cuidar a sus maridos,
hasta el punto de que, en un momento determinado, el Gobierno de la Nación
daba unos créditos a todas aquellas mujeres que abandonasen el trabajo, que
abandonaran sus profesiones y volvieran a su casa. Les daban unos créditos
que iban devolviendo según iban teniendo hijos.
Yo he traído para que veáis, porque, a veces, estas cosas cuando se
hablan parecen exageradas, yo he traído para leeros en qué condiciones, en
qué años escribió Carmen Laforet Nada, un pequeño artículo publicado en uno
de los boletines que publicaba la Sección Femenina. Esto es del año 1958,
imaginaos lo que sería en 1944. Se llama “Economía doméstica para
bachillerato y magisterio”, y son unas recomendaciones que dan a las mujeres
desde la Sección Femenina, que, como sabéis, eran casi obligadas:
“Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo,
especialmente su plato favorito. Ofrécete a quitarle los zapatos. Habla en tono
bajo, relajado, placentero. Prepárate –pero ya veréis, porque luego esto se va
poniendo caliente, porque al final siempre acababan en lo mismo, Doña Pilar
siempre acababa en el mismo sitio–, prepárate, retoca tu maquillaje, coloca una
cinta en tu cabello, hazte un poco más interesante para él. Su duro día de
trabajo quizá necesite de un poco de afecto y uno de tus deberes es
proporcionárselo”. Bueno, aquí dice que hay que encender la chimenea y tal,
como si todo el mundo en el año 1944 tuviera el castillo de Rebeca y tuviera
una gran chimenea en la que quemar los libros de Alberti para dar calor y esas
cosas; no había tantas chimeneas, y voy a saltar esta parte. “Minimiza
cualquier ruido. En el momento de su llegada elimina el ruido de la lavadora,
del aspirador, etcétera. Salúdale con una cálida sonrisa y demuéstrale tu deseo
por complacerle. Déjale hablar primero, recuerda que sus temas de
conversación son más importantes que los tuyos. Nunca te quejes si llega tarde
o si sale a cenar o a otros lugares de diversión, intenta en cambio comprender
su mundo de tensión y estrés y sus necesidades. Haz que se sienta a gusto,
que repose en un sillón cómodo o que se acueste en la recámara –lo de la
recámara también me gusta mucho–. “Prepárale un bebida fría o caliente. No le
pidas explicaciones acerca de sus actos ni le propongas algo que cuestione su
oficio o su integridad, recuerda que él es el amo de la casa”. Esto es algo que
valía para las esposas y para los animales domésticos también, se lo podías
decir al perro también. “Anima a tu marido a poner en práctica sus aficiones e
intereses y sírvele de apoyo sin ser excesivamente insistente –ésta me gusta
mucho–. Si tú tienes alguna afición, intenta no aburrirle hablándole de ella. Una
vez que ambos os hayáis retirado a la habitación –por aquí ya íbamos
encaminados–, prepárate para la cama lo antes posible teniendo en cuenta
que, aunque la higiene femenina es de máxima importancia, tu marido no
quiere esperar para ir al baño. Recuerda que debes tener un aspecto
inmejorable a la hora de ir a la cama”. Bueno, tu crema facial, rulos, lo va
diciendo por aquí. Dice: “En lo que respecta a la posibilidad de relaciones
íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales.
Si él siente la necesidad de dormir, que sea así, no estimules su intimidad. Si tu
marido sugiere la unión –que supongo que no será la unión nacional de la
Falange y demás–, entonces accede humildemente. Ten siempre en cuenta
que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando llegue el
momento culminante un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar
cualquier goce que se haya podido experimentar –por lo tanto, el goce no era
obligatorio–. Si tu marido –esto es lo que más me gusta de todo, para que veáis
la perversión– te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te
quejes. Es probable que tu marido caiga entonces en un sueño profundo, así
que acomódate la ropa, refréscate y aplícate crema facial para la noche y tus
productos para el cabello. Puedes entonces ajustar el despertador para
levantarte un poco antes que él por la mañana, esto te permitirá tener lista una
taza de té para cuando despierte”.
En ese momento, en esa España, en ese país que dejaba ese lugar para
las mujeres, pues Carmen Laforet escribe una novela que es revolucionaria no
sólo desde el punto de vista literario, sino desde el punto de vista de su
contenido. A fin de cuentas está hablando de una mujer independiente, que va
a la universidad, la protagonista, Andrea, que se cambia de ciudad, que vive su
vida y que es de una independencia extraordinaria. Y esa independencia está,
no solamente en Nada, que yo creo que es una de esas novelas, una de esas
espadas de doble filo que al mismo tiempo afirmó para siempre el puesto de
Carmen Laforet en la literatura española, pero también le hizo un cierto daño.
Yo creo que Carmen Laforet tiene novelas tan extraordinarias como Nada. En
mi opinión, por ejemplo, su última novela o penúltima, porque ahora su familia
ha publicado el manuscrito de una nueva novela, La insolación es una novela
no sólo tan buena como Nada, sino seguramente, literariamente, desde el
punto de vista narrativo mejor que Nada. Todos los libros que publicó Carmen
Laforet, La isla y los demonios, algunas de sus novelas breves, Un noviazgo o
El viaje divertido, yo creo que están entre la mejor prosa que se ha escrito en
nuestro país y que, además, es una prosa de una combatividad y de un
compromiso que ella, por otra parte, negó toda la vida. A lo mejor luego Agustín
nos puede contar por qué negó toda la vida su compromiso, pero está ahí, es
una denuncia de muchas situaciones.
Yo creo que si algo demuestra la obra de Carmen Laforet es que el
talento siempre es superior a la censura, a las prohibiciones y a las mordazas
que quieren tener sobre él los “franquitos” de este mundo. En la posguerra
española había mucha gente que pasó los 38 años del franquismo diciendo
que habían escrito una obra maestra, que estaba metida en un cajón y que no
la podían publicar dadas las circunstancias, pero que en cuanto palmase “el
viejo” iban a sacarla. Pero no era verdad, no aparecieron esas novelas geniales
o no eran tan geniales, y sin embargo la gente que tenía un talento irrefrenable,
como Carmen Laforet, o como Juan Marsé, o como Blas de Otero en poesía, o
como tantos otros escritores, pues sacaron esta obra extraordinaria que era
una obra que llegaba incluso a superar, supongo, las entendederas de la
censura. Porque, si no, no hay quien entienda que una novela como Nada, una
novela como La isla y los demonios, un relato como Rosamunda, llegaran a
saltar por encima de la valla de la censura.
A mi izquierda, Inmaculada de la Fuente, que es periodista, que ha
escrito un libro sobre las escritoras de la posguerra con una interesante
biografía, entre otras, de Carmen Laforet. Creo que es muy interesante ver la
biografía de Carmen Laforet en su conjunto. No era una persona aislada, había
un grupo de mujeres que intentaron recuperar inmediatamente el terreno que
se había perdido con la guerra y rellenar de alguna manera el agujero que
habían dejado todas las escritoras que estaban en el exilio: María Teresa León,
Rosa Chacel, María Zambrano, todas aquellas admirables mujeres de la
República, Blanca de los Ríos, etcétera.
Agustín Cerezales, que es novelista reconocido, que es hijo de Carmen
Laforet y de Manuel Cerezales, que también publicó, yo creo, la primera
biografía en una antología que se hizo de la obra de Carmen Laforet y que ha
sido, junto con sus hermanos, el responsable de la edición de Al volver la
esquina, que es la segunda parte de una trilogía que Carmen Laforet inició en
los años 70, yo creo, con la publicación de La insolación. Es una trilogía que se
iba a llamar Tres pasos fuera del tiempo; el primer tomo se llama La insolación,
que es una novela magnífica, el segundo tomo es Al volver la esquina, que es
el que se va a publicar, y había un tercer tomo que se llamaba Jaque mate.
Entrar en la publicación, en la escritura de esa trilogía, en mi opinión, en la
opinión de Teresa Rosenvinge, de quien hablaré ahora, y mía, que hemos
escrito un libro hace poco sobre Carmen Laforet, precisamente el meterse en
esa trilogía complicada que ella quería que fuera de una perfección superlativa,
digamos, creemos que es lo que hizo que dejara de escribir.
A Carmen Laforet se ha apresurado mucha gente a meterla en el grupo
de Jaime Gil de Biedma o de Rimbaud, que de pronto dejan de escribir, y no es
así. Ella estuvo muchos años, como bien sabe Agustín, intentando terminar el
segundo volumen de su trilogía, tomando notas para el tercero, pero no sabía
si lo que había hecho en el primero iba a ser compatible con los otros en la
medida en que ella quería, y seguramente esa exigencia máxima, que es un
acto de decencia y de honestidad en un escritor, es lo que hizo que tuviera que
dejar de escribir. La verdad es que leída ahora La insolación, una novela
impresionante, leída Al volver la esquina, que es una novela estupenda, uno se
da cuenta de que aquello fue un acto, como digo, de honestidad, quizá un poco
paranoica, podía haberlas publicado como estaban y eran unas novelas
mejores que el 90% de las que se estaban publicando en aquel momento.
Teresa Rosenvinge, que también es filóloga, crítica, escribió muchos
años sobre literatura hispanoamericana en “Diario 16”, ahora lo hace sobre
literatura nórdica en el diario “ABC”, es sobre todo autora del libro de Carmen
Laforet que hemos publicado juntos. Y entre los tres, pues, puede quedar una
visión bastante cercana a Carmen Laforet, a quien, por otra parte, se
desconoce. De manera que si quieres, Inmaculada, de izquierda a derecha, y
después podemos hablar de lo que sea.
Inmaculada de la Fuente (escritora):
Buenas tardes. Yo me voy a centrar, aunque voy a repetir algunas cosas
posiblemente que ya ha dicho Benjamín, en la relación de Carmen Laforet
entre su vida y su obra. Voy a partir del hecho de que creo que estamos ante
una escritora que, a pesar de que nos ha dado una obra plena, se nos ha
escapado como persona, es decir, ella no se ha estimado, su personalidad y su
integridad se nos ha desvanecido. ¿Por qué? Porque quizás estamos ante una
escritora muy sugestiva. Era una artista total, no en el sentido de la vanidad
que puede rodear a cierto tipo de artistas, sino en el sentido de estar
ensimismada en su obra. Entonces, era una escritora imaginativa, bastante
tenaz, terca, bastante especial, anticonvencional en un sentido que podría
rozar en algún momento la extravagancia, pero mínimamente, porque quizás
su mayor anticonvencionalismo fue que, al mismo tiempo, era muy sencilla.
Entonces, toda esta personalidad poliédrica de Carmen Laforet hace que su
obra fuera o todo o nada, y entonces, fue terca al principio de su vida en querer
escribir, en empeñarse en ser escritora, pasara lo que pasara, y luego fue terca
también, por ese perfeccionismo que ha dicho Benjamín, en empeñarse en que
no iba a escribir.
Entremedias, quizás también para situarnos, aunque todos conocemos
su obra, habría que decir que Carmen Laforet nació en 1921. Por lo tanto, es
una escritora en cierto modo puente entre las escritoras que habían nacido a
principios de siglo, como la ya mencionada María Teresa León, es decir, lo que
es la Generación del 27 en un sentido amplio: Rosa Chacel, María Teresa
León, pero al mismo tiempo..., bueno, puente entre Rosa Chacel e incluso
Mercedes Rodoreda, que escribe en lengua catalana, lógicamente, pero
también es una mujer de 1908, si no recuerdo mal, y la generación de los 50,
en la que tenemos no sólo a escritoras de la talla de Carmen Martín Gaite y
Ana María Matute, sino que tenemos también a Aldecoa, Sánchez Ferlosio,
Luis Martín Santos, en fin, todo este grupo. Y de hecho, ella quiso ser puente
puesto que sus maestros, como niña educada en época de la República,
aunque sus lecturas no fueran muy numerosas, fueron bastante variadas y
bastante libres. Y ella siente como sus maestros a Juan Ramón Jiménez y a
Baroja, que le encantaba. De hecho rinde homenaje en Nada a Juan Ramón
Jiménez, porque empieza por ese poema de “Nada”, de Juan Ramón Jiménez.
Podía haber sido puente, pero de alguna manera, quizás por el mismo
franquismo, por la misma atmósfera asfixiante, se queda un poco en capítulo
aparte y se queda un poco aislada entre el grupo que viene detrás de Ana
María Matute y Carmen Martín Gaite, cuando realmente para ellas Carmen
Laforet era un icono. Entonces, ocurre algo un poco extraño que se queda ahí,
como en tierra de nadie, cuando ella era realmente la que había renovado la
novela de posguerra y la manera de escribir en España. Porque he de decir
que yo estoy de acuerdo, por supuesto, con Delibes en que las dos más
importantes novelas del momento son la de Cela y la de Carmen Laforet, pero,
sin quitar mérito, ni muchísimo menos, a la de Cela, Cela sigue una tradición
española, aquí quien está rompiendo moldes es Carmen Laforet.
Después de Nada, que quizás fue esa novela mágica que yo creo que ni
ella misma supo que tenía entre manos, porque en el fondo era una novelista
inexperta y Nada tiene algunos defectos, lógicamente, por eso pienso como
Benjamín que es muchísimo mejor en todos los aspectos La insolación, pues a
partir de Nada se renueva la literatura española. Parece mentira,
efectivamente, que escribiera algo así, con tanto desasosiego y con tanta
intuición en una etapa tan oscura y de tanta carbonilla como es la época
franquista. Inaugura una nueva manera de contar, no solamente por lo que
cuenta, que es la adaptación moral de una familia bien de Barcelona después
de que ha pasado por ella la Guerra Civil, sino porque también inaugura una
manera nueva de mirar. Andrea no es un narrador convertido en personaje,
sino al contrario, Andrea es un poco testigo de todo lo que está pasando, está
contando lo que ocurre, lo que aquella familia está viviendo, y en la que ha
calado lo peor de toda la Guerra Civil y, no solamente el hambre y la miseria,
sino que, de algún modo, Nada nos transmite algo que ni siquiera Carmen
Laforet sabe que está transmitiendo. Es una atmósfera donde, lo que ya se ha
dicho también, es una manera de hablar de las personas, de las angustias y de
la falta de horizontes de una juventud universitaria, que en el caso de Carmen
tiene una salida que es venirse a Madrid, pero que otros universitarios no
tienen.
Entonces, Nada, que a mí me parece que es una obra redonda y
perfecta, es un regalo que ella como escritora tiene entre sus manos. Yo creo
que en Carmen Laforet hay hechos vitales muy fundamentales que van
marcando su escritura. Paso por alto el matrimonio y el tener hijos, que tiene
una importancia para ella, pues, bueno, son hechos importantes para casi todo
el mundo. En cambio, fue muy decisiva su estancia en Gran Canaria, que tiene,
por un lado, el anverso de la felicidad y de la libertad y de una educación en
una época que, como ha dicho Benjamín, era una época difícil, con el reverso
de la muerte de su madre a los 15 años, que va a marcar su biografía y
también su literatura, puesto que el hecho de la madre ausente y de la madre
reemplazada por la traidora que siempre es una mala mujer, la antítesis del
progreso y de la verdad. Y luego está, por supuesto, su matrimonio, sus hijos.
Está el tema de su descubrimiento un poco tardío de la religión y, sobre todo, el
misticismo, que yo creo que era algo que iba mucho con Carmen Laforet que
era muy contemplativa, pero que en el fondo también para ella fue una antítesis
esta religiosidad entre la joven existencialista que fue y que vagabundeaba por
Barcelona. Yo creo que luego intenta hacer entre la síntesis, la antítesis,
antítesis no en un sentido negativo, sino como una oposición a lo anterior, que
al final ella yo creo que trata de alcanzar, y nace La insolación, que para mí es
un poco el momento más alto de Carmen Laforet sin menospreciar todos los
relatos que ha dicho Benjamín, de El noviazgo, etcétera, y sin menospreciar
toda la obra posterior, que no la conocemos bien porque está en esa maleta
perdida que, Agustín, esa maleta de mucha obra que Carmen escribió en
Roma y que dejó a un amigo para que se la custodiara y, por lo que se ve, la
custodió muy mal.
En fin, yo creo que también la separación matrimonial de Carmen Laforet
fue muy importante porque se unió –estamos en los años 70– a una crisis
también literaria, existencial. Yo creo que Carmen Laforet, y lo transparenta en
su interesante correspondencia con Sender, correspondencia en la que casi
vemos más a Sender a veces que a Carmen, porque Carmen calla mucho.
Vemos que en las primeras cartas Carmen da una sensación de idealismo,
sobre todo ante Sender, y entonces Carmen habla de obras que está haciendo,
le habla de sus hijos, le habla de su familia numerosa, y sin embargo hay un
momento en que Carmen está alejando el conflicto y que para hacerse la
fuerte, o la libre, o la generosa, está negándose que hay un conflicto. Le dice a
Sender: “Le tengo que contar que estoy en un momento de crisis”, con un
misterio como si lo que le pasara a ella fuera único, cuando todo el mundo tiene
sus descalabros, sus confusiones literarias y, por supuesto, sus complicaciones
matrimoniales. Yo creo que a partir de ahí Carmen, y ya voy terminando, a
partir de ahí Carmen quiere iniciar un rumbo, un rumbo además que era muy
difícil para la mujer todavía en España por todo el contexto del que hemos
hablado y porque ella en el fondo sentía de una manera, pero estaba viviendo
de otra, en el fondo tampoco estaba tan descontenta de la vida que llevaba. Y
ahí hay una crisis, en los años 70, que ella intenta remontar y que yo creo que
lo consigue a medias, porque sigue escribiendo y sigue luchando y sigue
viajando y la vida no se termina ahí, pero es que la mezcla un poco de la
enfermedad, esa parte extraña, misteriosa, esas ideas que podía ella tener
inoculadas se mezclan, y no sabemos qué es antes, la enfermedad o el
desapego de la escritura, el desapego de la escritura o la dificultad y la
enfermedad.
Luego, por otra parte, yo creo que otra de las complejidades de Carmen
Laforet, y ya termino, que hacen que sea mucho más rica su vida, es que, a
pesar de lo que he dicho al principio de que era una artista y estuviera muy
ensimismada con su obra, pues Carmen Laforet en el fondo es un ejemplo del
conflicto que a veces tenemos los seres humanos cuando nos interesan varias
cosas a la vez. Entonces, a Carmen le interesaba muchísimo escribir y era un
poco la médula de su vida, pero le interesaban muchas otras cosas. Por
ejemplo, el ser madre era importantísimo para ella, en un juego de ser hijamadre,
pero en definitiva ser esa madre, estaba entusiasmada con sus hijos. Y
luego tenía una vena contemplativa muy importante, muy de mística, es decir,
nada convencional, pero muy de Santa Teresa. Tenía luego el vagabundeo, es
una mujer a la que le gusta mucho la libertad y el ir de un sitio para otro, con lo
cual eso encerraba una dispersión. Por otro lado, era muy exigente con su
obra. Ella a uno de sus amigos le explica con muchísima humildad que ella no
se siente ninguna escritora del otro mundo, pero que lo que le fastidia es que
gente que está todavía por debajo de ella esté ahí diciendo que están haciendo
obras maravillosas. Y yo creo que ya ahí se juntó que ella tenía muchas cosas
que hacer, que todo le apetecía y que, en definitiva, pues tampoco un escritor
tiene la obligación de escribir muchísimo. Yo creo que tampoco hizo tan poco,
pero que de todas maneras lo que hizo le salía bastante bien. Ahí está su obra,
entonces, indaguemos en ella y si se publican más cosas, pues estupendo para
sus lectores, y si no, pues sobre todo yo creo que con La insolación y Nada ha
cumplido de sobra.
Benjamín Prado:
Es curioso, que es una época muy de trilogías. Carmen Laforet quiso
hacer su trilogía Tres pasos fuera del tiempo, Ana María Matute publicó su
trilogía que se llamaba Los mercaderes, Dolores Medio también quiso hacer, e
hizo, una trilogía, Sánchez Ferlosio también empezó una trilogía que no acabó
nunca tampoco.
A mí me llama la atención que la trilogía de Carmen Laforet se llame
Tres pasos fuera del tiempo. A mí me llama la atención la palabra “fuera”
porque yo creo que explica mucho la idea de la literatura y de la literatura como
refugio, como algo al margen de la crudeza de la realidad que tenía ella; “tres”
son las tres novelas que iban a componer esa obra. De todas formas, yo
quisiera decir que me parece una tontería eso de que contra Franco se escribía
mejor, yo hubiera preferido que escribieran peor y no hubiera Franco, pero no
deja de ser curioso que cuando Carmen Laforet consigue precisamente esa
libertad tan buscada de la que hablaba Inmaculada y, de la que habla ella
misma en sus cartas con Sender, realmente después de haber escrito todos
sus libros pues como los escribimos todos, en casa, con la familia, con los
niños pegando saltos por allí y sale un niño con el muñeco de goma y te hace
“mua, mua” mientras tú escribes un párrafo, pues de pronto, cuando se liberó
un poco de las cargas de la familia, de la vida doméstica y tal, casi es cuando
debió escribir Nada, lo cual no deja de ser curioso.
Bueno, yo creo que ahora Teresa nos va a hablar de la idea femenina
también de la narrativa de Carmen Laforet.
Teresa Rosenvinge (escritora):
Yo he titulado mi intervención: “El mundo femenino de Carmen Laforet”.
Cuando leí la correspondencia que existió entre la escritora Carmen Laforet y
Ramón J. Sender me llamó la atención en especial un párrafo en el que hacía
referencia a un proyecto literario que se quedó sin realizar, aunque sí que
parece que Carmen Laforet trabajó bastante sobre ello en sus últimos años de
escritora. El párrafo dice así:
“Quisiera escribir una novela sobre un mundo que no se conoce más
que por fuera porque no ha encontrado su lenguaje, el mundo que domina
secretamente la vida. Secretamente, instintivamente, la mujer se adapta y
organiza unas leyes inflexibles, hipócritas en muchas ocasiones. Las pobres
escritoras no hemos contado nunca la verdad, la literatura la inventó el varón y
seguimos empleando el mismo enfoque. Yo quisiera intentar una traición para
dar algo de ese secreto, para que, poco a poco, vaya dejando de existir esa
fuerza de dominio y todos los escritores nos entendamos mejor”.
En este texto se dan muchas claves para la comprensión de su obra en el
momento en que la escribió y lo que significa ahora cuando ya tenemos una
perspectiva histórica.
Si nos situamos en Madrid, en la época en la que Carmen Laforet
publicó Nada, es decir, el año 1945, nos situamos en un momento en el que
España vivía bajo la dictadura franquista, en la más cruda posguerra y en el
año de finalización de la Segunda Guerra Mundial. Son unos tiempos muy
difíciles caracterizados por la prohibición, por la censura, por el placer en el
sentido más pleno de la palabra y por el miedo. En estas circunstancias es en
las que aparece, como una flor en un paisaje denostado, el libro de una
jovencísima mujer que habla sobre esa posguerra, es decir, sobre una realidad
inmediata, con una comprensión y un estilo realmente nuevo.
La novela contaba una realidad social que dejaba en entredicho la
realidad española que se generó después de la guerra. Dentro de aquel
ambiente claustrofóbico, regentado por dos hermanos autoritarios, viven unas
mujeres, entre ellas, Andrea, la protagonista. ¿Pero quién es Andrea? Andrea
es una muchacha joven que llega a una gran ciudad en época de posguerra,
sola, con una maleta llena de libros, para matricularse en la universidad.
Andrea es el primer personaje femenino de Carmen Laforet al que se irán
sumando otros igual de interesantes, igual de bien descritos, como Ena, la
amiga apasionada de Andrea, llena de ganas de vivir, o como Gloria, la mujer
de su tío y maltratada por él, la causante del odio entre los dos hermanos, la
mujer que gana el pan en casa, o como los restantes personajes femeninos
que comparten el piso. Personajes femeninos laforetianos que se verán
ampliados con la creación de Marta Camino, la adolescente protagonista de La
isla y los demonios, su cuñada celosa e histérica, sus tías refugiadas en una
ciudad, la criada viuda de un hombre fusilado y los otros muchos de La isla y
los demonios, de La mujer nueva o de sus cuentos. Tan bien retratados están
los personajes de Carmen Laforet que crean prototipos bien definidos. Carmen
Laforet en su obra habla sobre todo de las mujeres, aunque los hombres
también forman parte de ella. Lo que hacen las mujeres es en lo que se centra
su atención, lo que las mujeres viven y lo que piensan, con una escritura pulcra
y bien estructurada, con un estilo sobre el que no ha pasado el tiempo.
Desarrolla unas tramas bien ensambladas sobre la sociedad en la que ella vivió
y a veces sobre los sentimientos que ella misma tuvo.
¿Cuáles son los personajes femeninos prototípicos de Carmen Laforet?
Pues son, además de Andrea o Marta Camino, mujeres jóvenes que luchan por
su independencia y que son, en principio, observadoras de lo que pasa a su
alrededor y también críticas, mujeres rebeldes como Paulina, de La mujer
nueva, que ha estudiado matemáticas, que vivió un amor apasionado con el
que es su marido antes de la guerra, que tiene un hijo y un amante y que se va
de casa para poner en orden su conciencia; mujeres entregadas a sus familias
como la de La huerta, que sigue dando amor a los suyos a pesar de no haberlo
recibido cuando ella estaba enferma e iba a morir; mujeres como Rosa, la
protagonista de El veraneo, que sigue esperando que su hermano apruebe las
oposiciones para ir ella a la universidad; mujeres que son pobres como Leonor,
de La fotografía, que sólo tiene en el bolsillo lo suficiente para hacer un retrato
de su hijo. Protagonista de la obra de Carmen Laforet es la niña fea que sufre
las burlas de sus compañeras como en La lechucita, o la secretaria de El
noviazgo, a la que el amor por su jefe se le ha convertido en odio. Son mujeres
que han querido ser artistas como Rosamunda, que viaja en un vagón de
tercera de vuelta a casa después de intentar triunfar como poeta en la ciudad; o
como Gloria, de Un matrimonio, que se ha enamorado de un estudiante con el
que ha tenido un hijo, que fue prostituta y que vive en una casa miserable a las
afueras de la ciudad. Mujeres inválidas que leen a San Juan de la Cruz,
mujeres generosas como la beata Carolina, de La niña, que se ha casado con
su cuñado y adoptado a sus siete hijos, madres solteras que guardan las
páginas del diario, madres casadas que llevan por primera vez a sus hijas al
colegio, mujeres viudas o separadas de sus maridos, mujeres modernas con
una fortísima personalidad, mujeres extravagantes, o mujeres trabajadoras
como las criadas a las que tantas veces se refiere Carmen Laforet en su obra.
Para medir el valor exacto que tiene la obra de Carmen Laforet hay que
recordar que lo que escribió fue escrito en la peor España posible, en un país
maniatado donde las mujeres solteras y casadas eran ciudadanas de segunda
a las que se les exigía obediencia, recato, sumisión, laboriosidad, etcétera.
Mujeres de las que se dudaba cuando osaban traspasar la frontera entre el
mundo de lo privado, la casa y la familia, y lo público, y a las que se quiso
educar sólo para ser estupendas amas de casa, deliciosas y poco más.
Carmen Laforet demostró lo que las mujeres eran escribiendo sobre ellas,
mujeres de carne y hueso, mujeres reales con las que creó un extenso retrato
literario al que siempre se deberá acudir cuando alguien quiera saber cuál fue
el papel de las mujeres durante el franquismo y cuál fue el papel que se les
quitó.
Benjamín Prado:
Sobre todo, a pesar de todo eso, Carmen Laforet saltó por encima de
todas esas censuras, de las censuras grandes y de las censuras pequeñas.
Por ejemplo, de las censuras que algún escritor celoso de su talento como
Camilo José Cela, que se debió alarmar y se le debieron encender todos los
pilotos, intentaron hacer. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino cuenta en sus
memorias todo lo que vivió, ha escrito un relato de Carmen Laforet que se iba a
publicar en un número de la revista “Ínsula”.
Carmen Laforet es una persona misteriosa en el sentido de que no se
dejó ver mucho, en el sentido de que se dedicó más a su obra que a hacerse
visible. Eso no lo sabía Cela, que luchaba por un trono mientras ella luchaba
por escapar del trono que tenía casi sin quererlo.
A mí me contó una vez Agustín Cerezales, que es quien va a hablar a
continuación, un proyecto que había tenido su madre ya muy al final de su vida
que fue el de escribir un relato, que se iba a llamar Un gato con alas porque
había soñado con un gato con alas. A mí me llamó mucho la atención el
personaje que estuvo a punto, la idea que estuvo a punto de escribir Carmen
Laforet, que seguro que hubiera sido una maravilla. Un gato con alas, un
personaje de ninguna parte, ni del cielo ni de la tierra, un personaje que
seguramente la define muy bien a ella también como persona que siempre
pareció estar un poco fuera, al margen. A mí me llama mucho la atención,
también, cómo ella está intencionadamente ausente de todas las celebraciones
literarias famosas del momento, las reuniones de Formentor, todas estas cosas
que se hacían en los años 50 o 60 y de las que ella se mantuvo absolutamente
al margen.
A mí me hubiera gustado mucho, siempre que veo a Agustín pienso que
me hubiera gustado ser él o su padre. Me hubiera encantado ser o el marido de
Carmen o su hijo, pero, en fin, con la cierta manía que le tengo porque sea él y
yo no, le paso la palabra.
Agustín Cerezales (escritor):
Muchas gracias a los tres por esta intervención, que la verdad es que
tengo pocas cosas que añadir porque cada uno ha tocado un aspecto
interesante y muy bien visto. Yo no llevo nada preparado nunca a ningún lado,
y entonces me sumo a la charla.
Decía Benjamín lo de El gato con alas, no me acordaba de eso. Pero es
verdad que una mañana cuando mi madre estaba en Majadahonda, en casa de
mi hermana Cristina, yo me fui a verla y dijo: “He soñado con un gato con alas”,
que no es que lo hubiera soñado, sino que había recordado una noticia de los
años 50. La gran noticia del periódico, o sea, de lo que se hablaba en España,
era de un gato que había nacido con alas, y a ella le parecía un símbolo muy
expresivo de aquella España de la que hemos estado hablando ahora, de cómo
esa serpiente de verano, no sé si era en verano, seguramente no, pero cómo
toda la información y cómo la realidad del mundo quedaba solapada por el gato
con alas porque los periódicos no podían hablar de otra cosa.
Y ello me lleva al tema que ha surgido también antes sobre el
compromiso de mamá, político o no político, etcétera, que no lo tenía,
evidentemente, y que nunca lo quiso tener. Yo creo que mi madre en ese
sentido era novelista pura, era así de cierto, pero no en ese sentido del purismo
del arte, sino que realmente lo que era ella era novelista, y muy poco
intelectual. No en el sentido de que no fuera una persona que leyera libros de
todo tipo y que se interesara por muchas cosas, sino que no pretendía cambiar
el mundo con sus razonamientos, es decir, lo único que pretendía era buscar la
verdad de las cosas y no tenía una ideología. Su intención era escribir, su
vocación era escribir. En su obra queda reflejada una época, la situación de la
mujer, lo que era España, y si hubiera vivido en la Unión Soviética en época de
Stalin, pues habría reflejado la situación de la Unión Soviética en esa época, y
si hubiera vivido en Estados Unidos, lo que le tocara vivir. Es decir, era una
novelista muy radical en ese sentido. Y realmente yo creo que los grandes
novelistas no suelen ser de tesis, algunos los hay de tesis, pero no suelen
serlo, y aparte de las ideas que tengan o dejen de tener, lo que importa en su
obra es la autenticidad de lo que han sabido observar y transmitir. Mi madre no
tenía ninguna simpatía por el régimen, es evidente. Sus simpatías personales y
su idea de la vida pues..., para ella la libertad era básica, la propia, la individual,
y la de todos, pero yo creo que su trabajo como novelista la absorbía en ese
sentido. De hecho no escribió ensayos prácticamente. Es interesante, el
aspecto de su feminismo, de su visión de la mujer. Está observando la realidad
e intenta contarla, porque eso se puede interpretar de muchas formas. Y quizás
exista un álter ego de mamá en gran parte de los personajes femeninos en su
amor al tabaco. Era una excelente fumadora que no tragaba el humo, pero ves
que muchos personajes son fumadoras y que les regañan por fumar, a ella la
regañaban por fumar; ella fumaba desde joven y en público y en todas partes.
También aquí yo fumaría, pero supongo que no me dejan. Pero era muy amiga
del tabaco por eso, podía dejar de fumar o no dejar de fumar porque no tenía
un vicio, pero para ella era un placer estético y vinculado a la liberación de la
mujer, es un pequeño detalle.
Benjamín Prado:
Y sin embargo, fíjate que la realidad también es muy grande. Tú puedes
observar, allí había otras escritoras que miraban otra realidad donde todo era
maravilloso, pueril...
Agustín Cerezales:
Bueno, eso es cierto, sí. A mi madre le interesaba la realidad de la gente
humilde, eso es evidente, o sea, le interesaba la gente que sufre...
Benjamín Prado:
Su militancia con los desdichados es muy emocionante.
Agustín Cerezales:
Yo no lo sé.
Benjamín Prado:
Yo creo que no. O sea, que también miraba donde miraba.
Agustín Cerezales:
Sí, bueno, en ese sentido ella desde luego miró siempre, sí, miraba
donde miraba, pero, vamos, que no se cerró nunca puertas por un lado o por
otro. Sus amigos de Barcelona, pues universitarios, unos eran catalanistas,
otros eran tal, y ella no iba buscando gente afín, tampoco se quedó nunca en
grupos afines, tampoco tuvo una vida pública como personaje público, es algo
que nunca le agradó, que no iba con su personalidad, no tenía nada en contra
de eso. Hablando de Cela, por ejemplo, que antes comentabais. “Cela es un
señor al que le encanta, que lleva muy bien la cosa de la imagen y tal, y qué
suerte tiene”. O sea, no es que fuera algo contrario a su moral el que un
escritor tenga que estar separado del escenario, pero, bueno, ella no lo
practicaba.
Benjamín Prado:
Por afinidad y cercanía. Por ejemplo, es curioso que lo primero que
escribe que es Nada salga de un título de un famoso republicano exiliado como
Juan Ramón Jiménez y lo último que escribe es un artículo sobre Alberti que
fue otro famoso exiliado...
Agustín Cerezales:
Es evidente que en el siglo XX español los grandes escritores pues unos
fueran exiliados, otros fueran represaliados. Es decir, que no creo que mi
madre se fijara en Juan Ramón porque estuviera exiliado y en Alberti porque, a
Alberti le admiraba y le quería mucho, sino por los escritores que eran. En fin,
que no era roja, Benjamín.
Benjamín Prado:
Eso lo dirás tú.
Agustín Cerezales:
No tenía color. En ese sentido era muy poco preocupada de todo, en
algún momento tendría sus preocupaciones, no lo sé, pero que en general
nunca era eso lo que.... Y disfrutaba mucho de la gente...
Benjamín Prado:
Rafael Alberti contaba que al día siguiente de publicar el último artículo
que escribió Carmen para “El País” celebrando que le habían dado el Premio
Cervantes a Rafael Alberti, al día siguiente a mí me contó que la invitó a
desayunar en el Palace, le dijo: “Mira, de todo lo que se ha escrito sobre mí es
lo que más me ha emocionado y lo que más me ha gustado en mucho tiempo”.
La verdad es que el artículo es una maravilla, y te hace cabrearte porque yo
con su madre siempre me preguntaba cómo se puede escribir así de bien y
dejar de escribir...
Agustín Cerezales:
Yo siempre le di la lata con eso, pero ella decía “a otra cosa mariposa”.
Benjamín Prado:
Bueno, pues no sé, si alguien tiene interés en preguntar algo, si alguno
queréis decir algo más...
Agustín Cerezales:
Yo sólo quería apuntar una cosa sobre lo que ha dicho Inmaculada y
también has dicho tú respecto a La insolación. Efectivamente, y yo también lo
he dicho, es una novela magnífica, pero yo no me olvidaría, por supuesto, de
(...), que es una novela deliciosa, pero de La mujer nueva tampoco. La mujer
nueva es una novela..., es que, claro, se suele olvidar La mujer nueva porque
es el tema del misticismo, una visión mística. Creo que eso influye en algunos
selectos lectores como sóis vosotros porque es un tema que os interesa
menos, o sea, que no os hace tanta gracia. Pero La mujer nueva al margen
de..., bueno, desde el punto de vista místico tiene las páginas más bellas que
se han escrito nunca de la experiencia mística, y estoy hablando de la literatura
española y me refiero a San Juan de la Cruz, Santa Teresa, etcétera, Hay ahí
cuatro o cinco páginas que recomiendo a cualquiera. Pero al margen del valor
literario de esas páginas, que pienso que son de las mejores de mi madre, la
novela en sí, la complejidad narrativa, psicológica del proceso que tiene la
novela es grande.
Benjamín Prado:
A mí me gusta mucho La mujer nueva, pero creo que es una novela que
está peor solucionada que las demás. En mi opinión, es una novela que tiene
tres cuartas partes espléndidas y que un último cuarto, la solución de la novela,
a mí me deja un poco insatisfecho, personalmente. Estoy contigo en que está
escrita de maravilla, yo creo que además ella ahí puso mucha carne en el
asador, siempre la ponía, pero ahí quizás puso más todavía porque ella debía
ser muy consciente de lo que estaba haciendo y de que se podía recibir con
cierta rareza. Lo que me parece es que es una novela peor solucionada, ésta
es mi opinión de lector...
Teresa Rosenvinge:
Quizás no es tampoco por el tema místico, que es aceptable, sino
porque Carolina, que es un personaje muy sugerente, que tiene muchísimos
matices, quizás la parte mística es la que al final es muy rápida su evolución.
Pero luego, sobre todo el tema de que coincida en la elección de la autora con
digamos lo correcto en ese momento, yo esperaba más de Carolina, incluso no
sé, cualquier cosa, tan mística como es.
Agustín Cerezales:
Ese final tan serio para nosotros los lectores yo entiendo que tiene unas
limitaciones, limita el placer de la complicidad con el autor. Insisto en que no le
quita a la novela y a la construcción interés. No sólo no le quita interés, sino
que le dota de una complejidad que quizás no la hay en ninguna otra de sus
novelas, ni la tenía Andrea, ni Marta Camino, ni varias protagonistas. Es tan por
dentro, hasta el último recoveco, que realmente es meterse dentro de un alma
hasta el final. Entonces, yo insisto en recomendar la lectura de esta novela
dejando un poco de lado algunas observaciones, que son legítimas.
Inmaculada de la Fuente:
Yo sólo quiero decir también una cosa respecto al tema político. Estoy
bastante de acuerdo con Agustín, yo creo que no tenía demasiado trasfondo
político a no ser de una manera intuitiva. Yo lo que creo es que ella es una
chica que se educa en la libertad, no vivió la Guerra Civil. Y yo creo que
Carmen no está alerta, no tiene una prevención ante el franquismo, es decir,
que ella no tiene una defensa política ante el franquismo. Le viene encima,
como se le viene encima a tanta gente que no está preparada ni politizada. Y
ella sin hacer una crítica al franquismo, crítica que no hace, lo que ocurre es
que por la vía de la experiencia se da cuenta de que ella no respira y ahí
entonces está su antifranquismo. Y de hecho, cuando ella se encuentra, no sé
en qué momento, con Bergamín, exiliado, vuelve a España, en una de estas
comidas o cenas de matrimonios se encuentra con Bergamín, y comenta en
una carta: “Estuve con Bergamín, estuve cenando con él, ha vuelto a España”,
y la verdad, pues viene a decir que le encontró fatal, que estaba triste, y
entonces ella dice: “No me extraña porque es que aquí prácticamente no se
puede (...), el panorama es vacío, es triste y no es lo de siempre”. Entonces,
está haciendo antifranquismo, pero ella no tenía conciencia política de que se
tenía que enfrentar a este hecho, me parece a mí, es tal como veo yo la cosa.
Pero ella sí que sufrió...
Agustín Cerezales:
Bueno, el ambiente en España en aquella época...
Inmaculada de la Fuente:
Y además en algún momento, cuando ella está ya casada, creo que se
planteó en un momento determinado irse a Latinoamérica o a algún sitio,
hablaba de que se quería ir, y los otros le decían: “Bueno, bueno, que tampoco
en el exilio las cosas son tan fáciles”. Entonces, estuvo en un exilio interior sin
ser consciente de que estaba en un exilio interior.
Benjamín Prado:
Pero yo creo que era absolutamente consciente, no se puede ser tan
buena escritora, tan minuciosa, tan consciente, pero yo creo que ella sabía
perfectamente de qué estaba hablando, cómo quería hablar, qué parte iba a
mirar y qué parte iba a dejar en sombra. Y a mí personalmente las novelas de
Carmen no me parecen banderas, no me parecen novelas de bandera, ni
novelas de partido, pero son novelas políticas, naturalmente, porque lo que
tenemos es una de las descripciones más terroríficas y más descarnadas y
más profundas de un país que estaba con un gobierno dictatorial, donde todo
está prohibido, donde todo está censurado, donde hay una mordaza para...
Agustín Cerezales:
Quizás la palabra intuitiva más que inconsciente responde mucho a lo
que era mi madre, que era muy intuitiva en ese sentido. Este país estaba tal
como estaba, a ella no le gustaba y cuando escribía contaba lo que veía. Que
haya ahí un propósito... Si hubiera habido un propósito a lo mejor más
intelectual, yo diría que es más consciente que inconsciente. Pues a lo mejor la
habrían perseguido por otro lado, mientras que su escritura era tan intuitiva y
tan libre en todos los sentidos que ... porque Nada podía haber sido censurada
realmente, vemos ahora que...
Benjamín Prado:
Es que había dos informes de la censura, que uno era...
Agustín Cerezales:
Había uno, es verdad, que tú lo cuentas, o sea, que fue una chiripa
también de pasada.
Benjamín Prado:
Bueno, pero para que no pienses que hemos venido aquí a no dejar
hablar a Teresa y al público, pues a lo mejor o Teresa o el público tienen algo
que decir.
Pregunta del público:
- Yo quería hacer una pregunta precisamente sobre lo que has dicho de
la desaparición efectiva del mundo literario. Realmente, ¿hubo ese cambio
desde los años 40, desde que publica Nada o no lo hubo?
Agustín Cerezales:
Si va dirigida a mí la pregunta, la segunda parte viene de lo que también
dijiste antes, que es una desaparición relativa, o sea, que mi madre no es que
quisiera esconderse ni crear tanto misterio. Bueno, fue la separación, luego
estuvo viajando. Ah, bueno, en ese sentido sí que hubo la voluntad muy clara
de desaparecer, en ese sentido sí, pero no desaparecer como escritora, sino
como personaje público, porque le resultaba muy incómodo tener que estar
respondiendo a gente y atendiendo a gente que no conocía, digamos que las
cosas de las cámaras no le gustaban. Hombre, hay que decir que Nada es con
El Quijote y la Familia de Pascual Duarte el libro más traducido de toda la
literatura española y el libro sobre el que más tesis se han escrito de toda la
literatura española, o sea, que desapareció pero relativamente.
Yo recuerdo de niño en casa, pues eso, el teléfono, “Pues no está” No
se ponía y que no, lo cual se entiende perfectamente. También yo, si me
llamaran todos los días, pues llegaría un momento en que ya... Y luego pues ya
fue una cuestión de que todo el mundo se acostumbró a no llamar, los
periódicos, etcétera, porque sabían que no había entrevistas. Pero es que para
ella realmente su interés era escribir, no era tanto... Y le ponía nerviosa, le
aburría. Y lo que decías, Benjamín, de...
Benjamín Prado:
Está mucho tiempo redactando La insolación, está mucho tiempo
redactando Al volver la esquina y está muchísimo tiempo corrigiendo las
pruebas...
Agustín Cerezales:
Ella trabajaba muchísimo, era una trabajadora incansable.
Benjamín Prado:
Esque ha hecho muchas cosas. No es un don, eso es una idea que no
sé de dónde ha salido, porque ella no es una escritora que dejó de escribir. En
todo caso, una escritora que dejó de poder escribir las cosas como ella las
quería escribir y con el nivel de exigencia que ella le había puesto a esa trilogía
y, por tanto, más bien la dejó en todo caso la trilogía a ella que ella a la
escritura. Pero no creo que sea...
Agustín Cerezales:
Lo único que yo sé de eso es que no fue nada progresivo. Como mi
madre siempre fue una persona religiosa, de niña y de mayor, y en un
momento dado sí tuvo una experiencia mística y desde ese momento ella se
interesó y le hizo cambiar. Pero, sin embargo, hasta el final, o sea, esa
experiencia no la olvidó. Cuando escribía a Sender le decía: “Es que no puedo
evitarlo, si miro a tal lado veo a Dios”, o sea, no es que..., aunque hubiera
abandonado las prácticas o la obediencia cotidiana a los preceptos de la
Iglesia.
Benjamín Prado:
Yo no sé si alguien tiene alguna pregunta o curiosidad, ganas de
intervenir. Si no, pues no sé...
Pregunta del público:
- ¿Cómo era Carmen Laforet, que rompe moldes? ¿Cómo era la relación
de pareja ideológicamente, cuál era la relación de pareja? Me refiero con
respecto a una mujer famosa que todo el mundo conocía.
Agustín Cerezales:
Bueno, yo era muy pequeño, o sea, cuando mis padres se separaron yo
tenía trece años. Y el momento de la separación, cuando se separaron, pues
fue (...). Pero sí sé que no era frecuente que la gente se separara, o sea, yo no
tenía ningún amigo cuyos padres se hubieran separado en el colegio, y para
ellos fue muy duro, lo pasaron los dos muy mal, y se separaron por las
cuestiones que hubiera. Tenían una relación de respeto intelectual grande
entre ellos, y la vida muy larga en común, habían tenido cinco hijos, y mi padre
accedió a la separación. Por eso te digo, para un hombre me imagino que sería
difícil, igual que para ella también en aquella época. Pero, vamos, no, me he
ido a lo de la separación porque me parece un momento clave en la relación y
expresa un poco lo que digo, o sea, yo no conocía a nadie separado en
España, no había divorcio, por supuesto, etcétera. Y si ahora mismo un
divorcio ya implica en la sociedad un movimiento de fuerzas involuntario, de
amigos, de relaciones, de preocupaciones por los hijos, pues entonces
implicaba más todavía, y en ese sentido creo que ahí pues también hubo una
vez más un sentido de la libertad que se impuso, y por parte de mi padre hubo
un respeto también.
Benjamín Prado:
Ella habla mucho de eso en los diarios, ¿verdad? Y una de las cosas
que nos divirtió mucho a Teresa y a mí a la hora de hacer el libro fue recuperar
y publicar muchos de los textos que ha publicado el diario “ABC” bajo el
nombre de “El diario de Carmen Laforet” donde habla mucho de eso, habla
mucho de sus inquietudes al respecto, habla mucho de la idea de..., que yo
creo que debía estar muy en tu madre por lo que ella la menciona, la idea de
dejarlo todo y empezar desde cero otra vez, era como siempre corte y empezar
de nuevo, un corte y nuevo, eso está todo el rato. Y con respecto a eso,
también los artículos, si lo lees digamos que en el orden correcto, es muy
explícita con todo esto.
Agustín Cerezales:
Formaba parte de su carácter. Las cosas novedosas eran muy de ella.
También dejó a la familia paterna, se plantó en Barcelona. Tenía esa..., era un
saltamontes.
Benjamín Prado:
Teresa, estás muy callada.
Teresa Rosenvinge:
Estoy escuchando (...)
Benjamín Prado:
Es que si no lo digo, me lo va a decir a mí en casa, me la voy a cargar.
Agustín Cerezales:
Antes era el papel de la Sección Femenina y ahora el de la masculina.
Benjamín Prado:
A ti te he visto que asentías, que decías “pues como Dios manda”. No,
no está publicado. Bueno, pues si Teresa no se lanza, ¿alguien tiene alguna
otra pregunta?
Pregunta del público:
- (...)
Agustín Cerezales:
No, no admitió nunca eso, y además si lo hubiera pensado no habría
escrito...
Benjamín Prado:
Al contrario, ella tiene varios escritos en los que habla de Nada como de
una novela muy imperfecta y le pone bastantes pegas realmente, o sea, no
solamente no tenía la idea de haber hecho algo perfecto, sino al contrario,
pensaba que era una novela muy imperfecta, con muchas cosas que si volviera
a escribir evitaría y demás, o sea, justo al contrario. Lo que hay, claro, es un
tema también de su nivel de exigencia máximo, porque, claro, otros escribieron
novelas peores que Nada y casi se conformaron con ellas para siempre, se
pasaron la vida luego o repitiéndolas o escribiendo cosas que de alguna
manera remitían a esto o a lo otro. Ella no. Y yo creo que tenía razón. A mí
Nada es una novela que me encanta, pero es una novela maravillosa porque
es que, además, Jaime Gil de Biedma solía decir que hay dos maneras de ser
un escritor importante: o ser muy bueno, o ser muy distinto, y que cuando se
puede ser a la vez muy bueno y muy distinto entonces ya no sale un escritor,
no interesantísimo, sino imprescindible. Nada es una novela muy buena, es
una novela muy distinta, porque, la verdad es que Nada si la lees hoy día
parece realmente una novela de una novedad estupenda.
Agustín Cerezales:
En ese sentido puede que los críticos que han dicho que después de
Nada ya no volvió a hacer nada semejante tienen razón en una parte, en el
sentido de que Nada es una obra tocada por una gracia, además de todo, o
sea, tiene algo... No, pero es verdad que Nada es una novela que tiene algo
además especial a nivel literario, no lo sé, quizás sea porque está patente la
pureza de una persona muy joven, que eso es algo irresistible, hay algo...
Inmaculada de la Fuente:
Yo quería decir simplemente, respecto a esto que preguntabas, que yo
creo que con Nada, Carmen debió tener una especie de amor y odio. Es decir,
yo creo que estaba muy satisfecha de Nada, ella era consciente de los defectos
formales que tenía Nada pero a la vez supongo que también le encantaría
porque eso es un acicate para un escritor. Lo que ya no le gustaría tanto es
que estuvieran todo el rato comparando y además supongo que había una
presión inconsciente de que ella ya no podía hacer cualquier cosa tan redonda.
Y yo creo que eso le fastidiaba. En su múltiple correspondencia yo creo que
ella habla con mucha humildad de lo que hace. Tenía momentos de
inseguridad, pero en el fondo creía mucho en su vocación y en su talento. Y yo
creo que también una de las razones que puede influir, entre las muchas que
influyeron, en que no es que dejara de escribir pero que le costara cada vez
más, que a veces anduviera un poco a tientas, es su nivel de exigencia. A
veces la madurez de un escritor consiste en ir creciendo de escalón en escalón
y a veces en experimentar, y ella también dentro de su madurez de escritora
pudo ver que había un abismo a veces entre lo que ella quería hacer y lo que
conseguía. Pero ya no en relación con Nada sino con la obra que estaba
escribiendo en ese momento.
Benjamín Prado:
He de decir que los otros libros de ella, aparte del nivel de exigencia,
todos tuvieron mucho éxito y mucho reconocimiento. Obtuvo el Premio
Menorca, Premio Nacional, o sea, que sus libros tuvieron, todos los libros que
publicó Carmen, tuvieron éxito y reconocimiento. Y yo creo que además
obtuvieron el favor del público, siempre se vendieron bien, o sea, que por la
parte de fuera, sería algo interno, por la parte de fuera sus libros siempre,
tuvieron éxito.
Pregunta del público:
- Respecto a la conciencia política de Carmen Laforet, yo creo que era
perfectamente consciente y que realmente hay una intención de denuncia.
Benjamín Prado:
Bueno, pues yo creo que si hay alguna pregunta más perentoria, casi la
última, yo creo, porque si no, se nos está haciendo un poquito tarde.
Pregunta del público:
- (...)
Benjamín Prado:
Bueno, pues yo creo que voy a dar las gracias a Inmaculada, a Teresa y
a Agustín por todo lo que han dicho de Carmen; al Foro Complutense por
darnos la oportunidad de venir aquí a celebrar este casi aniversario de Carmen
Laforet. Yo creo que el aniversario de Carmen Laforet es todos los días. Y,
sobre todo, pues muchas gracias a todos vosotros por haber venido a
escucharnos a hablar de esta extraordinaria escritora. Muchas gracias.

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